domingo, 26 de junio de 2011

Fusilamiento del 3 de Mayo(1808)(Santiago Covelli)


Todo comenzó el 2 de Mayo de 1808, un día más que pasábamos en guerra, el cual creíamos que sería eterno. Veíamos a los franceses acercarse más y más. Miles de ellos contra solo cientos de nosotros. Una real masacre. Sabíamos que terminaría mal, pero nunca creímos que el intento de ocupar nuestras tierras por parte del ejército francés llevaría a que nos traten como una raza inferior, como si fuéramos animales, como si no tuviéramos nuestros derechos, como si no fuéramos dueños de esas tierras que nos dejaron nuestros antepasados, quienes trabajaron duro día tras día para construir lo que luego ellos destruirían como si nada.
Nos levantamos esa mañana de mayo y, con lo poco que teníamos, nos vestimos, cada uno con lo que encontraba. Tomamos nuestras indefensas armas y corrimos contra los bien equipados y vestidos franceses, para defender nuestra queridísima tierra. Sin importar cuál  fuera el sacrificio, nos abalanzábamos sobre los enemigos, con el orgullo de pertenecer a nuestro país.
Esa misma noche, la del 2 de mayo, nos dimos cuenta de que se habían cumplido ya siete largos meses de batalla, y ya nuestro ejército se había reducido más de la mitad. Creíamos que en pocas semanas los franceses nos habrían acabado, pero nunca que para la mañana siguiente ya lo habrían hecho.
Muchos de nosotros teníamos cartas que nos habían enviado nuestras familias. Para muchos resultaba alentador. Pero a mi me resultaba una tortura tan grande estar en medio de una guerra cuando podría estar junto a mi mujer e hijos, disfrutando verlos crecer. Además no me podía arriesgar a morir y dejar a mi mujer viuda, y a mis hijos sin un padre. Sabría lo difícil que sería, sobretodo luego de haberles prometido volver sano y salvo. Esto me hizo pensar. Me hizo hacer algo de lo que no podré perdonarme nunca en la vida.
Yo soy el segundo, de izquierda a derecha, con un fusil y con uniforme. Muy probablemente se pregunten cómo hice para llegar ahí, junto al ejército francés. Fue el 3 de mayo que me escabullí durante la madrugada de mi campamento sin ser visto y me mezclé con el ejército francés, y la tarde del mismo día, fui llamado para el fusilamiento de los sobrevivientes de la batalla.
Todos los días, despierto, junto a la culpa que sufro y sufriré toda mi vida, y solo pudiendo pensar: “¿Cómo fui capaz de fusilar a muchos de mis compañeros que lucharon junto a mí? ¿Cómo ayudar a los enemigos a acabar con mi país, mis amigos, mi vecinos todos los que vivían conmigo?” 

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